miércoles, 30 de diciembre de 2015

Reflexiones navideñas


Hoy es navidad. Suena alegre y así lo digo ahora, como si fuese alegre, aunque mis sentimientos no compartan ese estado. Pero lo importante ocurrió antes; antes del cigarrillo habitual, después de la cena habitual. Ese momento en el que cerré la puerta y me senté en la cama. Me sentía raro, descolocado. Las dudas se hicieron forma cuando abrí la ventana y encendí mi cigarrillo. La ventana de marco blanco me dio un guantazo y me hizo ver cuánto tiempo había pasado. 360 días ¡Cuánto tiempo! Quizás demasido. Lo sentí con fuerza. Me recordé a mi mismo allí plantado y me veía como alguien muy lejano, no solo en el tiempo. Como si hubiesen pasado 30 años y viese al niño que un día fui. No sé si es madurez lo que nos divide porque no lo veo así, aunque... no sé. Sí sé, en cambio, que el arte me ha transformado. Creo (me estoy dando cuenta ahora mismo) que no he sabido, no he alcanzado a ver todo lo que ha pasado en este año. No he sabido darme cuenta de su magnitud hasta ahora. Su tamaño es tan alto que alcanza y supera a todo el tiempo transcurrido. El arte, en cualquiera de sus formas, me ha cambiado. Me ha cambiado escucharlo, sentirlo, verlo, palparlo, extrañarlo, amarlo, crearlo, combinarlo y cuantas cosas más. Nunca antes lo había apreciado tanto. Nunca antes como este año me había conmovido tanto. Sigo pensando, a menudo, en ese día, aquella tarde en que me pregunté, ¿y ahora qué? y decidí simplemente escribir, sin ambiciones, sin pretensiones. Cada vez que pienso en ese día, lo veo más y más importante. Cada vez se erige con más fuerza. Ya casi lo veo a la altura de mi propia vida, y de mi nacimiento, y de mi muerte.


No hay comentarios: